Diario de una enfermera
Al abrir los ojos una fría mañana me recibe
temprano recordándome que mi tiempo laboral debe iniciar, el agua cálida me
termina de despertar y un desayuno me da la energía para continuar. Mi
transporte diario me refresca con el viento en el rostro y la libertad que da
la velocidad sin olvidar la precaución y que una familia espera mi regreso con
más ansiedad.
Otro día más en el trabajo, uniformes y paredes entonando en el blanco, llegar al servicio y vestirse para ir al espacio, rostros reflejando dolor, otros tantos con una cálida sonrisa y algunos que prefiero no contar con una cara poco amistosa. Las horas pasan despacio y el trabajo es el mismo, cirugía tras cirugía, charlas entre salas y risas para amenar la situación. A medio día y con el tiempo contado el almuerzo pasa tan rápido que no nos damos cuenta y seguimos en nuestra labor. Observó el reloj y me asombra ver las 5, ¿en que momento paso? Los computadores ocupados y un escrito por realizar, mi solución, mi celular, después de redactar estas palabras es esperar que no ocurra lo extraordinario y termine como un turno normal.
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